Aún es pronto para saber si lo que vivimos es la edad de oro de la industria audiovisual o lo mejor todavía está por llegar. Lo que sí sabemos es la enorme transformación que ha experimentado gracias a un indudable motor: la tecnología. Han sido los avances técnicos los que han permitido digitalizar las redes y hoy son los que nos facilitan ver el capítulo de nuestra serie favorita donde y cuando queremos.

Pero la tecnología no es solo el cómo, también es el qué. Recuerdo que hace algunos años el DTH cobró un gran impulso en mercados como el centroamericano por el simple hecho de que la pequeña antena receptora colocada en el techo de una casa era un signo de estatus. Y eso le permitió una mayor penetración frente al cable porque iba oculto y el vecino no lo veía. 

Algo de eso hay también en la eclosión de la oferta de streaming actual. Sin restarle ningún mérito a todas las facilidades de consumo que permite, así como de medición de esos mismos consumos, es un fenómeno de moda. Por supuesto, ha venido para quedarse, pero también tendrá que hacer su propio proceso de maduración.

Billones de dólares invertidos en la producción de contenidos y en el desarrollo de herramientas cada vez más versátiles van estrechando los márgenes de las audiencias a las que se dirigen.

Y por mucho que ahora puedan hacerlo directamente, B2C, hay razones para buscar de nuevo al operador del que en algún momento parecieron querer prescindir cuando idearon sus plataformas: la escasa bancarización, la facilidad para el cobro, la baja penetración de los servicios de banda ancha, la comunicación directa ya establecida con el abonado, la alta inversión en contenidos… 

De nuevo, los MSO como agregadores de OTT como antes lo fueron de canales. Y también como curadores de ese mismo contenido, capaces de seleccionar no solo las grandes plataformas, sino también aquellas otras de menor tamaño, pero con una oferta robusta de contenido y una fácil experiencia para el usuario.

Nosotros llevamos muchos años con los ojos puestos en el espectador más allá de nuestras fronteras, gracias a un elemento fundamental: compartir el mismo idioma. Tres décadas largas produciendo contenidos que pueden viajar a cualquier lugar como solo lo pueden hacer las buenas historias y las grandes producciones. Y que también pueden llegar por cualquier medio: canales lineales propios, oferta de VOD, nuestra propia OTT… Porque nos importa el qué, pero también el cómo, somos parte de esta edad de oro.