Al igual que Julio César, allá por el año 46 a. C., hoy, dos milenios después, los servicios de contenidos audiovisuales vía streaming llegaron a nuestras vidas venciendo y ganando una batalla de audiencias y consumo de contenidos en un entorno cada vez más cambiante, y en el que, a día de hoy, los suscriptores no paran de crecer, y la oferta cada vez es más completa y versátil.
Como hizo el cónsul y general romano comunicando al Senado su rápida victoria, hoy podemos proclamar que OTT tiene el camino hacia el éxito, sembrado y allanado por el comportamiento de los internautas. Estos son quienes, durante años, se han adueñado primero del cómo y cuándo consumen contenido, fruto de una evolución tecnológica en forma de modernos dispositivos y plataformas con una oferta interminable y de calidad. Y al mismo tiempo, y en segundo lugar, los internautas se han adueñado del qué, fruto de la globalización y la inmediatez informativa en un mundo cada vez más conectado y más cercano.
El resultado no es otro que un producto que suma lo extraordinario del mundo digital y lo excepcional del ecosistema de televisión. Este producto abarca en perfecta simbiosis, tanto mercados masivos como segmentaciones muy depuradas. Así, nosotros somos capaces de impactar al internauta en su terreno, donde se cuenta con una mayor información sobre el consumidor y sus hábitos de consumo de contenido, dando pie a mensajes personalizados y con una medición más fiable, más rápida y más certera.
Estos son factores endógenos u orgánicos que, aun estando a merced de un nuevo paradigma tecnológico, no han tenido el mismo impacto o al menos tan veloz, como los que sí han tenido los exógenos, esta vez en “formato virus”, acelerando un proceso que ya tenía velocidad de crucero, y que, sin duda, ha logrado que la madurez de la relación entre usuarios y plataformas se intensifique hasta pensar en una tormenta perfecta.
Fruto de esta relación, tenemos contenidos sobre historias que han pasado el mañana, y usuarios que, aun siendo ya adultos en el siglo XX, se han hecho adeptos y adictos a esta fórmula.
Adicional a esta batalla, se está librando otra sobre si se abrirán espacios a la publicidad en muchas de las plataformas existentes reduciendo el coste de suscripción. Lo que hasta la fecha suponía un tema tabú ya está encima de la mesa. Y seguramente, como pensarían los senadores romanos, el imperio no se financia solo.
Así pues, tal y como diría el protagonista de esta historia, Alea jacta est.
